Dijo el Papa en recientes declaraciones
a la prensa que "el terrorismo crece cuando no hay otra opción
y cuando el dinero se transforma en un dios que, en lugar de la persona,
es puesto en el centro de la economía mundial", luego agregó que
"la falta de oportunidades económicas para los jóvenes en Europa también
era responsable por el terrorismo".
Ya antes había dicho que "el dinero
es el estiércol del diablo" y, en su famosa Exhortación Apostólica,
Evangelii Gaudium, utilizó aquella tremenda cita de San Juan Crisóstomo:
"No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la
vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos" (esta última
dirigida nada menos que a los gobernantes y financistas del mundo, tan afectos
siempre a redistribuir lo ajeno como si fuera propio).
Me cuesta encontrar algún pasaje bíblico
que sustente semejantes disparates. Más bien todo lo contrario. Yo tiendo a
asociar al terrorismo, y también al anti-capitalismo que él pregona, con la
historia de Caín y Abel. Es aquel pasaje del Antiguo Testamento en el que el
hermano mayor asesina al menor, básicamente por presentar una mejor
ofrenda.
No quiero caer en la simplificación de
decir que los psicópatas del ISIS andan masacrando gente por ahí porque anhelan
la riqueza occidental pero ciertamente el núcleo del problema pareciera estar
más cerca de la envidia de Caín que de una pretendida avaricia de Abel.
Recuerdo cuando me enseñaron que la raíz
de los pecados capitales era la soberbia. Había un cuento fantástico de Mamerto
Menapace que lo graficaba muy bien: Un hombre llegaba al cielo y mientras lo
esperaba a Dios en su oficina, le afanaba los anteojos y se ponía a mirar la
Tierra desde allí. Al entonces observar una canallada de su antiguo socio hacía
justicia por sus propias manos. Luego el Padre lo reprendía por jugar a ser
Dios.
Quizás a nuestro pontífice argentino se
le haya subido a la cabeza esto de ser el representante de Dios en la Tierra
-sabemos que no nos cuesta mucho por estos pagos-, probablemente este comentario
le reclame una humildad de la que evidentemente carezco; en cualquier caso le
pediría al querido padre Jorge que cuando se sumerge en sus profundas
meditaciones acerca de cómo salvar al planeta, apunte los cañones para otro
lado: son los "avaros Abeles" los que crean riqueza, dan trabajo y
sacan a diario a millones de familias de la pobreza... Y en cambio al mundo lo
están destruyendo entre los líderes mesiánicos y sus brazos armados, los
"Caínes despechados".
Francisco Ocampo
Francisco Ocampo