martes, 30 de agosto de 2011

Los Mitos del actual modelo, por Ricardo Esteves para La Nación (15-8-2011)

SI el autor de esta nota tuviera que identificarse con un modelo económico, coincidiría con la definición del actual modelo productivo, llamado con todos sus apellidos como "modelo de acumulación de matriz productiva diversificada e inclusión social". ¿En qué se parece el modelo que se aplica en la Argentina a esa definición? En nada: no es un modelo productivo sino consumista.
El control de precios por parte del Estado es un factor desalentador de la producción. Con el control se rompe el ciclo productivo. Se cercena a quien produce una parte de su margen de utilidad con el cual podría comprar otra máquina y ampliar así su producción. En consecuencia, se desalienta la inversión. Y la inversión, la producción y el empleo van de la mano. La única forma digna que existe de aumentar la producción es a través de la inversión. Se podría aumentar sin inversión obligando a los obreros a trabajar 10 o 15 horas diarias, pero eso sería violar derechos humanos elementales. Por otro lado, ¿qué certeza tiene el empresario de que no le congelen definitivamente los precios sin contemplar sus costos hasta llevarlo a la ruina?
El control crea una situación de superioridad del funcionario público por sobre el empresario, cuya vida como tal depende del humor de aquel. Por eso también la obsecuencia y el servilismo del empresariado argentino. Se rompe el espíritu republicano y se regresa a un espíritu monárquico donde el soberano -o sus delegados en cada sector- tiene la facultad de decidir arbitrariamente sobre el destino de los que producen. El decide a quién le debe ir bien y a quién le debe ir mal, más allá de si es un buen o mal productor, de si es competente y se moderniza.
En un modelo productivo, el control de precios lo ejercen la competencia y el mercado, tanto local como internacional. Sólo excepcionalmente y en casos puntuales, el Estado puede ejercer algún tipo de control de precios en un modelo productivo. No es productivo un sistema sin mercado de capitales, donde el crédito no existe o se consigue a tasas mucho más altas que en las economías con las cuales el país se relaciona.
Sí le cabe a este modelo el apelativo de consumista, porque estimula el consumo de corto plazo a costa de hipotecar el consumo futuro. Un modelo productivo destina al consumo los recursos que corresponden a la productividad de su estructura económica, pero abre la posibilidad a aumentarlo de manera sostenida y exponencial de cara al futuro, que es lo que permite a una sociedad alcanzar el desarrollo.
Un modelo consumista es también por definición inflacionario. Y la inflación corroe el ahorro y desalienta la inversión y el empleo. La combinación de inflación y control de precios hace dependiente del poder al empresariado y es funcional al sindicalismo, por la constante negociación salarial.
Tampoco es el actual un modelo de matriz diversificada. ¿En que otros sectores aparte de la producción de soja y la industria automotriz está sustentada la estructura productiva argentina?
Tampoco estamos ante un modelo de inclusión social. ¿Se puede llamar inclusión a la proliferación de villas por doquier?
La educación y la salud pública son dos instrumentos fundamentales para la inclusión social. Si esos servicios públicos sólo conocen el deterioro en tiempos de tanto crecimiento, ¿para cuándo queda la inclusión social?
Tantas ocupaciones de tierras por todo el país son una prueba contundente de que los recursos para vivienda -otro eslabón fundamental de la inclusión- son harto insuficientes y, para colmo, se dilapidan en la corrupción y en la mala gestión. Con estos servicios y con empleo genuino se logra la inclusión, y no con fútbol y clientelismo.
Este modelo tampoco es de acumulación ¿Adónde se acumula? ¿En los bancos internacionales, donde se fuga el capital que se genera en el país? ¿En cuántas manos?
¿Qué aciertos pueden destacarse en materia económica? El manejo de la deuda externa es un logro que debe reconocerse.
Por más que en épocas de vacas gordas es más fácil, también debe admitirse que se logró mantener -aunque de un modo autoritario- un sistema administrativo a nivel nacional, algo que otros no supieron o no pudieron sostener.
El mayor acierto -aunque es difícil calificarlo de tal- ha sido el hacerle creer a la sociedad que la bonanza que gozamos en estos tiempos es mérito de los gobernantes y no el resultado de muchas circunstancias.
Hay además razones más profundas que predisponen a la sociedad a comprar la teoría de las virtudes del modelo. La Argentina vivió, durante la segunda mitad del siglo XX y hasta el año 2002, de crisis en crisis cada 5 o 6 años; estas crisis fueron abortando los proyectos y las ilusiones de los argentinos.
Todas ellas se produjeron por estrangulamiento de las finanzas públicas. Fundamentalmente, por no disponer de las divisas para atender los pagos de la deuda externa y las importaciones mínimas imprescindibles para que la economía funcionara. La certeza de que cada cinco o seis años inevitablemente viene una crisis estuvo en el subconsciente colectivo de los argentinos. No escaparon a esa sensación los economistas, que, cual agoreros (sobre todo al constatar que se marchaba a contramano de la lógica económica) pronosticaron una y otra vez que el modelo iba a colapsar al cumplirse el ciclo. Sin embargo, contra esos pronósticos indeseables para la inmensa mayoría, transcurrieron los años 2007 y 2008 y la crisis anunciada pasó de largo. Y sigue sin hacerse presente. ¿Quién de nosotros vivió 9 años de crecimiento sin una crisis de por medio? Esta constatación del subconsciente colectivo le ha significado hasta ahora al kirchnerismo un crédito extraordinario, equivalente al que en su momento logró Cavallo cuando consiguió derrotar la inflación.
El "modelo" le respondió a los agoreros con la fuerza de los hechos. Y, según el relato oficial, la entereza de los que tuvieron la fuerza de enfrentarse a las corporaciones y a sus intereses le ganó a la historia.
Sin embargo, la realidad no es así. Cambiaron las circunstancias. Los estrangulamientos fiscales no desaparecieron -y esto no es agorerismo, las inauditas trabas a las importaciones son un indicador de la escasez de divisas-, sino que el ciclo duplicó su vigencia, y su fin exigirá un ajuste más blando que los del pasado. Esto se logró gracias a dos hechos: el punto de partida y las condiciones internacionales.
El actual ciclo se inició en 2002 y luego de la peor crisis de la historia del país, provocada por la insolvencia del sector público y con la mayor contracción del consumo social que haya vivido la sociedad argentina.
Con la brutal devaluación del peso, la consiguiente caída de las importaciones (por la baja del consumo y el encarecimiento de los productos importados) y el congelamiento de los salarios, el Estado conoció una situación de solvencia como nunca antes tuvo. Paradójicamente, cada vez que debió recomponer su caja (y eso sucedía cada cinco o seis años) acabó exprimiendo a la sociedad civil.
Otro aspecto del punto de partida que no se puede soslayar es que en la denostada década del 90 se llevaron a cabo, en dos sectores importantísimos, procesos de desregulación e inversión. La desregulación portuaria y la construcción por parte del sector privado de la moderna infraestructura de carga fueron fundamentales para hacer posible el boom exportador de la soja. Algo similar sucedió con la desregulación energética y el consiguiente y masivo proceso de inversión en ese sector que permitió la construcción de un parque generador para los siguientes diez años.
Lamentablemente, ese esfuerzo se dilapidó al desalentar con precios no rentables la producción local, lo que nos hace hoy depender de energía importada que bien podría producir el país.
Del otro hecho, el nuevo contexto internacional que comenzó a gestarse en 2003 y 2004, hay muy poco que agregar. Nunca el país conoció condiciones y precios tan favorables para sus principales productos de exportación en los sectores agropecuario, de hidrocarburos y de minería.
Con la conjunción de tantos factores favorables como nunca tuvo otra administración, victimizándose y enrostrándole a la sociedad la trágica foto de 2001, el actual gobierno cabalgó sobre un caballo ganador y desaprovechó esas condiciones, haciendo nada más que política con mezquinos intereses.
En rigor, el país desperdició dolorosa y tristemente dos oportunidades de oro. Luego de 2002, en aquel mágico e irrepetible momento de bonanza fiscal se desaprovechó la oportunidad de hacer una profunda modernización del Estado para darle mas eficiencia a la economía y mayor bienestar a toda la sociedad mejorando los servicios. La otra gran oportunidad perdida consistió en no aprovechar el ciclo de precios tan extraordinario que beneficia al país para iniciar un genuino proceso de desarrollo basado en la inversión y la productividad.
La productividad es una palabra que no existe en el diccionario político argentino. Y no hay desarrollo ni progresismo posible sin aumento de la productividad.
La productividad conlleva una jerarquización del salario. Las actividades con baja productividad sólo pueden compensar a sus trabajadores con bajos salarios. Sólo es posible mejorar genuinamente la productividad a través de la inversión.
Si a los extraordinarios ingresos del boom agropecuario el país los expulsa, en lugar de incentivarlos a que se reinviertan en los sectores que desesperadamente claman por capital (infraestructura, energía, vivienda?), sólo tendremos crecimiento. Un crecimiento que concentra recursos en unos pocos y deja a vastísimos sectores fuera de la mesa.
El crecimiento sin desarrollo no alcanza. Y al desarrollo se llega con inversión. La ruptura definitiva de los ciclos que agobian al país solo se consigue con desarrollo.
La sociedad argentina debe abandonar el culto a los mitos -los mitos caracterizaban a las sociedades primitivas- y comenzar a transitar el camino de las realidades para lograr el desarrollo que debió y pudo haber alcanzado hace varias décadas.

viernes, 26 de agosto de 2011

Discurso fiesta de graduación - Psicología (1999)

          Resulta muy difícil, y es un gran honor para mí, hablar en representación de un grupo tan heterogéneo. Mi idea hoy es mostrar algunas características que nos identifican como “estudiantes de psicología”.
          Me acuerdo del primer jueves de la carrera, materia Psicología General – grupo de trabajos prácticos. Yo llegaba todo durito, como me habían enseñado en el colegio y en mi fugaz paso por la facultad de Derecho. Nos hacen sentar en semicírculo y nos proponen lo siguiente: “Para presentarnos, cada uno pase al pizarrón y escriba una palabra que lo represente, explique por qué eligió esa palabra y por qué eligió la carrera”. Se imaginan lo que fue eso, todos miramos a la puerta con ganas de salir corriendo… “¡Están todos locos acá!”… “¡Me van a analizar!” (terror clásico frente a cualquiera que venga de la rama psi). Se ve que salir corriendo nos pareció que iba a ser interpretado de peor manera, así que nos quedamos. Frente a la primer pregunta aparecieron respuestas muy piolas o, mejor dicho, “muy significativas”, como estamos acostumbrados a decir ahora.
          Entre esas palabras alguno dijo “bolso, porque me gusta que me lleven pero a la vez me gusta llevar a los demás”. Otro dijo “oreja,  porque me gusta escuchar… Yo dije “bohemia”, en parte porque era como un ideal, vivir independientemente de lo material… y en parte, para hacerme el canchero (facultad de psicología, lleno de minitas…).
          A la segunda pregunta, sobre por qué habíamos elegido la carrera había algunos que, como cuando llevo a mi novia a un restaurante y dice: “¿tiene manteca?” -“Sí” -“Entonces no”, al ver las distintas carreras decían: “¿Es de hacer cuentas?” -“Sí” -“Entonces no”.
          Pero bueno, así fuimos creciendo y aprendiendo las primeras nociones de Psicología. Llegaba Freud con su teoría de la sexualidad… complejo de Edipo… ¡Sexualidad infantil! ¿qué era eso de la sexualidad en los niños?. Después alguno de nosotros iba a una reunión familiar y al saludar a un bebito le dábamos la mano… no vaya a ser que le despertáramos algún instinto impropio. Seguíamos con Freud y algún otro le decía a la novia: “mi amor, si te seguís reprimiendo así te vas a enfermar”… y no había caso, por más que le recitara el diccionario de Laplanche y las obras completas de Amorrortu, no iba a dar el brazo a torcer. Después de Freud venía Melanie Klein… y ahí ya al bebito ni lo saludábamos, por miedo a que nos clavara un cuchillo por la espalda. Era imposible incorporar todos esos conceptos sin sufrir algún tipo de cambio. Después de la clase de paranoia íbamos todos armados a la facultad.
          A medida que avanzaba la carrera pasábamos a ser el terror de nuestros amigos y familiares, ese terror del que les hablaba antes… cualquier comentario que hacías: “¡Me estás analizando!”. Es terrible… como si los médicos vieran esqueletos en vez de personas.
          Pero bueno, de golpe empezamos gesticular más cuando hablamos… usar palabras como “vivencia”, “empatía”, “neurosis”… Los de las otras carreras nos escuchan hablar al hacer un informe y se esconden, no vaya a ser que les caiga uno de esos diagnósticos asesinos sobre la cabeza.
          Y esta forma de ser se va convirtiendo en el arma infalible de los psicólogos: tanto de los profesores como de los alumnos… ¿Quién no se acuerda de Griffa en primer año cuando para hacernos callar decía algo así como: “¡qué particular es el mes de Octubre, cómo todos se vuelven tan…” o si no: “¿o por qué piensan que hoy están tan inquietos?”. Automáticamente se callaba toda la clase y se cruzaba de brazos y de piernas. O a mí, una vez una profesora para retarme porque me había quedado dormido en clase, me dijo frente a mi excusa: “tené en cuenta que nosotros miramos lo verbal y lo no verbal”.
          O nosotros, sin ir más lejos, discutiendo con un profesor por un parcial en el que, presumíamos, la performance había sido pobre: “es que no nos sentimos contenidos frente al impacto de la consigna”, “habría que ver qué está pasando con esta materia”, “fueron muchos contenidos nuevos y no estamos acostumbrados a ese lenguaje, no lo pudimos asimilar”.
          Otro gran tema del estudiante de psicología es el de los informes: Joaquín Garat tiene una frase brillante que dice así: “¿qué sería de los informes si no tuviéramos la dependencia y la impulsividad?”. Y así íbamos, al principio haciendo ensaladas de conceptos que teníamos pegados con saliva y quedaban cosas como: “de acuerdo al material recabado a lo largo de las distintas técnicas administradas durante el proceso psicodiagnóstico, se podría conjeturar que la sujeto presenta una estructura de personalidad de tipo bla bla bla, con un poquito de esto y alguna pizca de aquello…” Ya más al final los “informes” iban tomando “forma”.
          En fin, más allá de todas estas caricaturas… perdón, “estereotipias”, de lo que es el estudiante de psicología, y, a pesar de ser un grupo tan heterogéneo (como dije al principio), hay un factor que es común a todos los que emprendimos este camino. Factor común que estaba como semilla en aquellos primeros días cuando al presentarnos tirábamos al pizarrón palabras con no tan poco sentido. Detrás de ellas, y dentro de nosotros hay algo que se llama “vocación de servicio”. Todos, de alguna manera, sigamos la especialidad que sigamos, llevamos dentro ese llamado a ayudar a los demás, a poner en juego nuestra persona entera para permitir que otros vivan más plenamente. Como dice nuestro más que profesor, maestro, el Dr. Guarna, lo que cura es el amor del terapeuta. O sea que, en última instancia, nuestra herramienta de trabajo es el amor, y eso, además de ser una característica que nos identifica, es un gran desafío.

                                Muchas gracias.

El voto calificado

Sé que para mucha gente hablar de “voto calificado” es sinónimo de fascismo, discriminación y otros tantos epítetos. Quisiera, de todos modos, reflexionar un poco sobre este tema.
En mi opinión, la democracia es un mal sistema de gobierno, pero pareciera ser el mejor de los sistemas posibles. Creo que el voto de la mayoría es legítimo pero puede no ser acertado, o el más conveniente para todos.
La pregunta obvia es “¿y quién define qué es lo más conveniente para todos?”
Alguno podría responder que es Dios, pero lamentablemente nunca nos pondríamos de acuerdo en si se trata de uno de barba, Maradona o un mero invento de los hombres. Mejor darle al César lo que es del César.
Alberdi seguramente propondría que lo haga el pueblo a través de sus representantes, como para seguir la línea de la Constitución. Coincido con esta última postura, sin desmerecer las extraordinarias cualidades futbolísticas del Diego.
Ahora bien ¿es perfectible la forma como elegimos a nuestros representantes? Yo creo que al menos vale la pena analizarlo. Me parece que no todos los votos deberían valer lo mismo. De hecho, en el esquema actual, hay gente que califica para votar y gente que no (por ejemplo los presos condenados o los menores de edad). Me pregunto si no se podrán establecer algunas categorías más.
¿No debería valer más el voto del que paga los impuestos que el del evasor? Al fin y al cabo, los evasores que hoy votan están proponiendo, entre otras cosas, qué hacer con el dinero que aportan otros.
¿No tiene más elementos para elegir quien se toma el trabajo de analizar todas las propuestas de los distintos partidos versus el que ni conoce los nombres de los candidatos?
Quizás estas medidas sean inviables o puedan generar mayores fraudes pero vamos a una más simple y fácil de instrumentar: ¿no debería valer más el voto de los fiscales de mesa, que el mío? Yo posiblemente ese día me encuentre descansando tranquilo en mi casa, mientras otros muchos estarán trabajando una jornada agotadora, para garantizarnos transparencia en el proceso. Una manera podría ser dejarlos votar dos veces.
Algunos, de un lado y de otro, querrán entender en esto un interés por limitar el voto de los pobres en favor de quienes tienen acceso a un nivel de “educación superior”. Pero no es ése el corte propuesto, sino que busca lograr reducir la cuota de azar en las elecciones y darle mayor peso a la opinión de quienes objetivamente muestren mayor compromiso con el país en general y con el proceso eleccionario en particular. En definitiva, discriminar el voto responsable, del voto menos responsable.
Quien crea que esto implicaría una violación al derecho inalienable de votar, o apenas un disparate, debería considerar que mediante el sistema actual, cabe la posibilidad de que la mayoría vote en favor de un partido que promueva y apruebe una ley para implementar el voto calificado.

Los méritos K

- Extraordinario crecimiento económico: Depende qué es lo que se mide. En todo caso, no difiere mucho del de los países vecinos. Salvo que acá la inflación viene siendo 3, 4 o 5 veces más alta y que la crisis 2001/2002 había dejado buenas condiciones para "rebotar". El crecimiento en la recaudación provino más de la inflación y el precio de la soja (unos 150 U$S la tonelada con DLR y entre 300 y casi 600 durante la era K) que de incluir a más actores al mercado "blanco" o incremento de la productividad.
- La recuperación del empleo es muy relativa. Habría que ver cómo da la cuenta si comparás empleo privado en los denostados 90 versus empleo privado ahora. Dudo que haya mucho más empleo genuino. Suponiendo que esto es así, y creció el empleo a las tasas que indican, entonces no se explica por qué sigue habiendo una porción tan grande de empleados en negro.
- Asignación Universal x hijo: Lo que era un proyecto de la Coalición Cívica que venía siendo propuesto en el Congreso desde hacía mucho tiempo, lo sacaron por decreto, implementado de una manera, a mi criterio, menos eficiente y transparente (la CC proponía dárselo a todos, una manera de reducir el clientelismo y evitar que el ingreso por subsidio desplace al ingreso por trabajo en blanco). Por otra parte, sería más apropiado llamarle "limosna para padres que no tienen trabajo en blanco", como para que por lo menos el mensaje sea que los destinatarios no han hecho ningún mérito para recibirla y que existe otro argentino que lo está pagando. Tener que estar dando dádivas para que la gente no se muera de hambre debería ser señal de vergüenza más que de orgullo. Con todo, la prefiero antes que tener gente muriéndose de hambre.
- Ampliación de las jubilaciones: Agregaron a los futuros gobiernos una deuda imposible de pagar. Además de haber cada vez menos aportantes por jubilado (antes 4 a 1, hoy 1,5 a 1, mañana...), sumaron a un montón de gente que nunca aportó. Obviamente la cuenta no da, y quienes sí aportaron, cobran mierda. Debieron haber separado en todo caso lo que es subsidio a la vejez de lo que es ahorro para la vejez. Sería interesante un análisis de un actuario para ver la magnitud el quilombo a futuro que generaron en este tema.
- Recuperación de autoridad estatal ante las corporaciones: Personalmente creo que a la gente le chupa un huevo este tema. Imagino que se refiere a Clarín, quienes de 2003 a 2008 fueron carmelitas descalzas pero de golpe se transformaron en un villano de película de Bond. Generaron una especie de lógica fanática, según la cual toda opinión contraria responde a intereses espurios, mientras ellos son seres iluminados que nos enseñan la verdad.
- Política de Derechos Humanos: Tipos que asesinaron y torturaron para instaurar una dictadura al mejor estilo Stalin se pasean campantes por la calle, o forman parte del gobierno; mientras quienes los combatieron se pudren en la cárcel procesados pero sin sentencia firme.
- Seducción a los jóvenes: Per se no tiene nada de bueno. Prefiero a los jóvenes estudiando y trabajando por crear o crecer empresas haciéndolas más eficientes y rentables antes que tocando el bombo y cantando pretendiendo que están derrocando a Batista.
Agregale Aerolíneas (otro muerto que genera pérdidas extraordinarias), Fútbol para todos (un costosísimo mecanismo de propaganda oficial), los escándalos de corrupción (Jaime y Schoklender siguen sueltos), el crecimiento del gasto público, la emisión descontrolada...
A todo esto, te forrean. Te dicen: "vos querés el ajuste, querés volver al pasado", cuando todos los desastres que están haciendo ya se hicieron y ya resultaron en las mismas catástrofes de las que se quejan.
Es como si un violador le dijera a su víctima: "¿de qué te quejás? encima que te doy amor... algún día comprenderás y me lo vas a agradecer"

En qué se nos va la plata?

Así empiezan muchas discusiones con mi mujer. Ella cree que gasto mucho en deportes y yo no logro comprender las liquidaciones. Por lo general terminamos haciendo una tablita y empezamos con la generala. Yo tacho algunos lujos y ella otros tantos. TV por cable, Internet y auto entre otros, se discuten pero por ahora zafan. Otros rubros como colegio, deudas y comida, por culpa de Maslow, se pagan y ya.
Es llamativo el criterio del gobierno para jugar a este juego. Si la plata no alcanza, quizás sea más razonable dejarlo al fútbol que siga secuestrado, aguantárnosla sin tener una aerolínea bandera y usar eso para pagar a los acreedores, sean buitres o jubilados o escuelas u hospitales…
Pedirles que bajen el gasto no es proponer el default. En definitiva, algo tendrán que tachar.

Los personajes insoportables del golf

Amigos, ayer en el bondi se me ocurría armar un post a partir del cual podamos armar un inventario de los personajes que pululan por las canchas de golf. Reconozco que de muchos de ellos tengo algo y mis habituales compañeros de golf otro tanto. La idea es jugar con esto y, quizás, hacer un pequeño aporte a la etiqueta del golf, pero desde un enfoque diferente. Espero ansioso sus comentarios.
1) El consejero: Un verdadero clásico. Antes de que vayas a buscar el divot, que voló más lejos que tu pelota, te dice: "le sacaste la vista" o "le hiciste mucha fuerza" o "está muy alto/bajo ese T" o...
2) El calentón: Se la pasa puteando toda la vuelta, revoleando palos, cuando hace par se queja porque podría haber sido birdie, cuando hace un tiro malo espeta un "qué mala lecheeee!" y así. Hizo -4 y dice: "sí, pero si metía esos 2 putts que me comí, más la que tiré a la calle" (pero se olvida de la sacada de bunker que fue adentro).
3) El falso humilde: Realmente insoportable. 15 de hcp, approach de 150 yds en regulación a 5 metros de la bandera y dice: "nooo! soltále la muñecaaa!" (o cualquier otra indicación técnica al tono).
4) El engreído: Aburre en el bar del 9 y en el del 18 contando cada una sus proezas golfísticas. Si contás que hiciste un birdie en un hoyo, o bien cuenta la vez que hizo un águila, o dice, "sí, es una canchita linda ésa, te da buenas chances".
5) El imbécil: es el único epíteto agresivo que puse, y realmente lo merecen. Deberían ser proscriptos. Los que no levantan los piques, no reponen los divots, no rastrillan los bunkers, etc.
6) El Mentalista: Les habla a todas las bolas, desde su putt de 30 cm hasta a las del resto de la línea: "volá", "bajá", "ahora caé", "sshhh!", "volvé!", "frená!".
7) El talibán: Éste es polémico. Son los fanáticos del reglamento y la etiqueta, siempre más preocupados por ver qué hacen todos los otros jugadores de la cancha que por su juego. Pueden llegar a pedir la pena de muerte para un tipo que se les para en la línea del putt... a 200 yardas!
8) El ruidoso: Te habla hasta el segundo antes de impactarla, se pone a acomodar los palos, limpiar la pelota, sacudir los zapatos, cuando estás por pegar. Jamás percibe que hay otras personas en los fairways o greens contiguos: "Tito! Vos cuánto hiciste en el anterior?" Desde la otra punta. O el festejo de un chip magistral del compañero que se metió por la cocina, mientras vos estás por jugar tu putt (particularmente en La Colina, en donde se escucha todo, deambulan estos sujetos, sobre todo en el green compartido).
9) El pollerudo: Le suena el celular 3 veces por hoyo y cuando termina se va casi sin saludar porque la patrona lo mata.
10) El ejecutivo: Por lo general con blackberry, manda mails, habla por teléfono, pone cara de "un día que no estoy en la oficina y se descalabra todo, ché!". Al igual que en el caso anterior, si después de cortar, hace un mal golpe, remata con un "y qué querés?"
11) El inconsciente: Jamás grita "fore!".
12) El inculto: En vez de "fore!" grita "baall" o "booo!" o simplemente "oooohhh".
13) Lord Cheselin: Grita, en un perfecto british english: "FOOOOORE!" (pronunciado impecablemente, te sentís en Turnberry).
14) El exagerado: Grita "fore!" hasta con un putt que se cae del green.
15) La tortuga ninja: Se toma 257 swings de práctica, tiene una rutina soporífera, paisajea la cancha (le falta termo y el mate) y cuando llega al green mira la caída hasta desde el club house.
16) El frenético: Caso típico: Los de adelante la vienen pateando, ergo, siempre jugás el green con los de atrás esperando. Si llegó antes que vos al green, saca la bandera, juega su putt, la vuelve a poner y se va trotando al T del hoyo siguiente.
17) El cometero: Unta al starter para conseguir buenos horarios en días difíciles (x ej, sábado a la mañana).
18) El starter pedante: Le chupa las medias a los socios tradicionales (y a los cometeros también), y forrea a todo el resto. Es el que cuando tenías una salida 8:40 te dice: "maestro, salís 8:50, está un poco atrasado" y adelante se te manda haciéndole un guiño un... por decir algo... Carlos Saúl.
19) Rafa Nadal: El que después de cada buen golpe o de cada par saca un "VAMOS!"
20) El autista: Sólo piensa en su juego. Te camina adelante, le tenés que pedir que se corra cada vez que vas a pegar. No te busca/encuentra una pelota ni por casualidad. Siendo tu marker, después de que metés tu putt para birdie te pregunta: "cuánto fue eso?" (al igual que en todos los otros hoyos). O viene y te dice: "no te anoté los últimos 5 hoyos, me dictás?".
21) El condescendiente: El sutil es el que cuando después de meterle 27 hachazos en el mismo hoyo hacés un chip que queda a 2 metros y te dice: "bieeeen! buenaaa! vamos! qué buen toque!". El burdo es cuando pegás un drive de 250 yds al medio que queda 30 atrás de la de él y te díce: "muy bueeenaaa!! la estás matando! estás pegando largo, eh?"
22) El trucho: Presenta sólo las tarjetas buenas, sólo para fanfarronear con el handicap.
23) El chorro: Se afana golpes, por lo general redondea hacia abajo y para él, las papas aéreas, sólo son golpe si los demás lo vieron. Los más pertinaces, tratan de disimular la papa aérea haciendo como que fue un swing de práctica, dan dos pasitos atrás, vuelven a mirar la línea y repiten el movimiento (parecido a cuando a uno se le escapa un ruidito y trata de replicarlo con el zapato o con la silla, pero no suena igual).
24) El ladrón de pelotas: Se encuentra una pelota en la cancha, relojea un poquito y... matanga! a la bolsa. Después si llegás a buscarla por ahí, se va silbando bajito o se hace el que te ayuda a buscarla.
25) El paranoico: Se cruza de fairway. Vos estás parado, listo para pegarle y te dice "chst! chst! Titleist 4? Me parece que es la mía". "No, Callaway" e igual pasa cerquita y la pispea por las dudas.
26) El asqueroso: Trata al caddie como si fuese un esclavo de los campos de algodón... o más sutilmente, no advierte la presencia del caddie al momento de elegir los temas de conversación (es difícil de explicar, ustedes entienden).

Bueno, al final se hizo eterno! De verdad, cuando empecé, pensaba escribir sólo 3 o 4. Fue como una catarsis. No crean que soy tan intolerante. Me encanta el golf y disfruto grandes rondas con varios de los personajes mencionados arriba. En otro post contaré algún día la vez que jugué un torneo de 3 días con un compañero que reunía los puntos 1, 2, 3 y 4!!!

Por favor agreguen más y, si les divierte, cuéntenme cuáles son sus favoritos, o los que más los irritan, o lo que quieran.
Abrazo de hoyo en uno.

Top Ten - momentos para revolear palos, bolsa, etc.


Hace tiempo que ando falto de creatividad. Hoy me desperté con este tema en la cabeza.
Desde ya desapruebo este tipo de conductas y pocas veces he caído en estos arrebatos de ira. Probablemente la última haya sido hace años en Smithfield: Venía perdiendo feo un match. Hoyo 15, salida fuerte al medio. 2do tiro fácil. Me acomodo con mi flamante gap wedge Vokey - oil can. Papa pesada de 10 yds. Explosión de ira, callado hago un giro cual lanzador olímpico de martillo y lo despido. Esa fue la última vez que lo vi... flameando por los cielos, saludándome desde el aire, casi sonriendo, como diciendo: "a mí me tratás bien o me voy a la mierda". Imposible treparme a esos pinos. Imposible reclamarlo como objeto perdido. Imposible... Cada tanto vuelvo a esa gran cancha y al pasar por ese fairway miro hacia arriba con una mezcla de ilusión y nostalgia y me pregunto si ya me habrá perdonado. Si seguirá allá arriba ofendido, o si hoy hace magia en las manos de algún otro golfista, que sí sabe tratarlo como se merece.

En fin, va mi top ten:

1) Jugar a buena y que quede igual de mala o peor (agua, injugable, papa, rebote inesperado, etc).
2) Fallar un putt dado... más aún si te queda más lejos que antes.
3) Pararte para slice y que salga hook o vicerveza.
4) Pegar un tiro que lo sentís perfecto, lo ves volar perfecto, guardás el palo en la bolsa con una sonrisa perfecta... y de golpe lo ves que: o se pasa de aire (para mí más frustrante) o se queda muy corto.
5) Filazo desde el bunker
6) Socket (sobre todo porque cuando viene uno nunca sabe cuándo se va).
7) Cuando alguien te da un consejo, no le hacés caso y te sale mal… más aún si agrega un “te dije” (aunque sea con la mirada).
8) Cuando el que atrasa es el de adelante y viene el capitán a apurarte a vos.
9) 2 (o más) seguidas al agua o fuera de límites.
10) Cuando te molestan (hablar, ruido, sombra, moverse, etc) antes de pegar y el tiro sale horrible. Haya sido causado por eso o no, hayas tenido tiempo de frenar y volver a tomar el stance o no, si el tiro sale malo dan ganas de putearlo, pero como el orgullo no te deja echarle la culpa al otro de tus errores, la liga el palo.

Un abrazo y ya saben… si andan por Smithfield, por favor sacarse la gorra con respeto en el fw del 15, al pasar por los árboles de la izquierda (y luego ponerse el casco, por las dudas!).

Fito y Aníbal contra los fantasmas


Si quienes gobiernan son seres iluminados que nos defienden de la manipulación a la que nos someten poderosos demonios; si lo hacen para transformarnos en un país justo, sin pobreza ni corrupción; entonces es lógico sentir rechazo por aquellos que se oponen a semejante epopeya. Bien vale para necios e ingenuos agotar todos los recursos para revelarles la verdad: Fútbol, radio, programas cool, diarios gratuitos y hasta cadena nacional. Para los otros, en cambio, los que no son tontos a exorcizar sino cómplices del eje del mal, caben el asedio y el escarnio público.
Así, otros medios, con escasos segmentos de política, que interesan a un pequeño porcentaje de la población, devienen en Goliat; mientras David gobierna con ambas cámaras o por decreto, con la fotocopiadora del Banco Central a un lado y la cosechadora de la AFIP del otro. ¿Quién mejor que este rey bueno para quitar, dar y redistribuir méritos?
Por lo menos 47% de los porteños se reparten entre víctimas y victimarios. Mientras Fito y Aníbal juegan a los cazafantasmas interpretando que se votaron globos, otros creemos que prefirieron globos a este nuevo Mesías.

Ellos la empezaron


Según varios autores de la Psicología, uno de los factores fundamentales para la salud mental es una especie de confianza básica auténtica a partir de la cual uno percibe el mundo de manera integrada, reconociendo en las cosas tanto sus aspectos positivos como lo negativo.
Mirando la realidad Argentina actual, me parece que andamos necesitando terapia. Hemos llegado a un grado de polarización tal que se hace casi imposible construir un futuro mejor. Caminar entre enemigos nos hace estar a la defensiva, atacar. Tomamos la parte por el todo y así, mientras uno es cipayo del imperio, el otro es un ignorante manipulado, y aquél habla con la izquierda pero cobra con la derecha. Son todos corruptos, y el que roba a un ladrón… Con esta lógica, el fin justifica los medios (volvimos a las Cruzadas). Es aquel juego hipotético de si matar o no a Hitler antes del holocausto.
Mientras sigamos pensando que nos gobierna un enviado divino (o del demonio, da igual), seguiremos con estas guerras pírricas.
No creo que tengamos que andar por las calles tomados de la mano, pero quizás sí, como nos aconsejó Mujica, deberíamos querernos un poco más. Tomar la síntesis hegeliana de los marxistas, el respeto por el otro de los liberales, el abrazo de Perón con Balbín.
Siento que somos niños malcriados. No deberíamos tener tiempo para andar pelándonos.
“Ellos la empezaron”, podría decir alguno.
A mi modo de ver, este gobierno empeoró las cosas. Ojalá que los argentinos podamos confiar en el próximo presidente y que éste tenga la capacidad para integrarnos, sin ser Dios ni el diablo, sólo un gobernante.