Siempre me costó entender la justicia en la parábola del hijo pródigo
¿Por qué aquel padre magnánimo celebraba tanto el regreso de quien había
despilfarrado su parte de la herencia y no reconocía los méritos del
pobre hijo austero y obediente?
Uno tendería a pensar que éste es el dilema que se plantea con la nueva medida de blanqueo de capitales.
Pero
yo veo aquí una diferencia sustancial: el Estado no es un padre a quien
debemos pedir misericordia. En mi opinión, la analogía correcta sería
el hijo pródigo pidiéndole al padre que le envíe más fondos para poder
continuar con la aventura.
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