jueves, 31 de julio de 2014

Deuda, igualdad y Forster

Si bien hay prácticamente consenso general respecto del daño que las sucesivas deudas públicas -y posteriores cesaciones de pago- han ocasionado a nuestro país todos los cañones apuntan hacia la codicia de nuestros acreedores y al origen de las mismas.
Resulta llamativo, sin embargo, que ninguna fuerza política de relevancia esté planteando la necesidad de limitar el poder de nuestros gobernantes para comprometer los ingresos de los ciudadanos.
Tras tantas crisis y años de decadencia poco hemos aprendido. Ministerios, discursos, propaganda, secretarías, universidades, dedicados a intentar corregir la desigualdad entre Bill Gates y "Pechito" pero a nadie parece importarle la igualdad ante la ley. Políticos que incrementan sus patrimonios de manera inexplicable nos piden explicaciones hasta para comprar divisas; falsean las estadísticas pero no permiten ajustar balances por inflación, desobedecen a los jueces mientras embisten implacables ante la más mínima infracción; emiten y gastan irresponsablemente forzándonos a una disciplina presupuestaria de la que ellos carecen.
El debate se encuentra embrollado en un maniqueísmo absurdo. Está bien prestarle al gobierno si lo hacen Chavez o el BCRA, pero muy mal si son el FMI o el club de París. El afán de lucro puede ser avaricia de los empresarios o justicia social para los trabajadores. Perseguir y penalizar a morosos y evasores es una virtud patriótica en Echegaray aunque destila imperialismo en el juez Griesa. Los medios oficialistas recortan archivos "con buena leche" (Sandra Russo dixit), para mostrarnos cómo los medios monopólicos "desinforman". El principio de inocencia debe ser respetado para el vicepresidente tanto como la investidura presidencial, pero distinto es el caso del fiscal Campagnoli, ciertos periodistas y algún empresario inmobiliario.
Hago votos para que nuestro flamante Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional arroje luz sobre este dilema de una buena vez, así nos dejan por fin, a los ciudadanos tranquilos.

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