Cuenta una
vieja historia de rugby en mi club que había un jugador de la primera a quien
llamaban Dr Kildare, en referencia a un célebre médico de una saga americana. Sucedía
que este wing, estudiante de medicina, no lograba conciliar dentro de la cancha
su vocación ofensiva con el juramento hipocrático. Para ser más precisos,
cuando se lesionaba un contrario, su amor por la profesión dejaba al equipo con
14 jugadores.
Resulta
encomiable el afán recaudador del gobierno actual, como así también el de sus
pretendidos opositores, para extender así la generosa mano del Estado a los más
necesitados. Más aún si aquellos impuestos recaen sobre las codiciosas empresas
y no sobre los esforzados trabajadores.
Mi única
preocupación es quién entra de reemplazo a producir mientras las empresas
trabajan para el estado.
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